Entorno natural-Geología

El lugar sagrado de Meteora constituye una misteriosa ciudad rocosa con más de mil rocas, en la parte oeste de la región de Tesalia, entre los macizos montañosos de Pindos y Antihasión. No hay descripción humana ni imagen que pueda presentar su imponente belleza.

Enormes rocas, altas, de una pieza, con más de cuatrocientos metros de altura, como si hubieran sido creadas por Dios para los osados ascetas que buscaban para su paz espiritual un lugar único y adecuado para una total dedicación.

“El paisaje de Meteora y la vida ascética son dos cosas que se parecen mucho. La oración, la profunda y total oración necesita algo como Meteora. Algo áspero e imponente. Se necesita piedra desnuda y cielo. Mucho Cielo!” (Atanasios Kouros).

Meteora. El nombre “Metéoro” en singular se lo dio –primeramente– el que fundó el Monasterio de Metamorfosis, San Atanasios Meteoritis, (1343/4 d.C) a la “Piedra Ancha”, donde subió por primera vez. Después fue la denominación más general de rocas, ya que “metéoros” significa literalmente alto, suspendido en el aire. En la vida de San Atanasios encontramos también el  término “litópolis” o “ciudad de piedra”.

Sobre las rocas creadas por Dios se construyó multitud de ermitas y monasterios, que contituyen el segundo centro monástico de Grecia después del Monte Athos.

FORMACIÓN GEOLÓGICA DE LAS ROCAS. La creación de las rocas de Meteora, según la teoría más probable, se debe a un delta en forma de cono, es decir a una masa de piedras de río, arena y barro que fueron conducidas a la antigua laguna de Tesalia por un río, que hace veinticinco millones de años, tenía su desembocadura en la zona de la actual Kalambaka. Más tarde, cuando este volumen de agua encontró salida hacia el mar Egeo, con la separación del Monte Olimpo del Monte Ossa, el cono acumulado en el delta bajo el efecto erosivo de terremotos, vientos y fuertes lluvias, se separó en colinas y cavernosos peñascos de diferentes formas.